Estando sentado en la sala de profesores de un instituto de secundaria, acerté a oír a una profesora contar a un pequeño grupo de compañeros una experiencia espeluznante que le había ocurrido el fin de semana anterior.
—Mi marido y yo fuimos a pescar en el hielo el fin de semana pasado. Me caí al agua en un lugar donde el hielo era fino y casi me ahogo. Cuando finalmente mi marido me sacó, pensé que me iba a morir congelada. ¡Nunca he tenido tanto miedo!
Al oír esto, otra profesora comentó:
—Sí, el último fin de semana ha hecho mucho frío.
La profesora que había contado la historia se quedó allí, anonadada. La otra profesora no había entendido su historia.
¿Has contado alguna vez una experiencia significativa que has tenido y la otra persona se te queda mirando como si fueras marciano? ¿O pone en duda lo que le cuentas, o discute contigo? ¿O cambia de tema, invalidando lo que has dicho? ¿O trata de tapar tu historia con otra mejor de su propia cosecha? Si es así, ya sabes lo descorazonador que puede ser intentar explicar un momento sensible a alguien que no está preparado o que no es capaz de escucharlo.
Alan Cohen
PARA SER PERSONA 